Quizás aprendí que un café y un
amor saben a gloria. No a la gloria “Ave María llena eres de gracia” sino esa gloria encogida que la puedes guardar en el bolsillo de la
camisa, al lado de los cigarrillos; Esa gloria agonizante, morada y herida.
El sabor del tabaco, es la nostalgia virreina esta noche, lleva
puesta una falda hasta los tobillos va descalza y no lleva blusa, así nos
recuerda nuestra propia vergüenza de pecho roto. Los emperadores de lo perdido
llevan coronas de oro, aires superiores con el poder triste de un camaleón solitario. Esos
emperadores hacen que nuestra nación olvidada
se convierta en una tormenta gris mientras exhalamos el humo del cigarrillo.
La desgracia siempre se halla agazapada
esperando su pequeño momento para actuar, devorándose los segundos entre la llovizna
nocturna y un silencio penoso de las colillas. -Hay que a respetar los espacios
nuevos- porque siempre a las tres de la mañana aparecen
detalles ignorados, hay darle a esos espacios una bienvenida y hacerle un ademan con paciencia para luego; echarle
con gusto a patadas a la calle, en donde se encontraran con los perros callejeros y las bananas.
Luego de la visita de la desgracia,
se odia a los ingleses, pero con el odio
bondadoso por el simple cansancio; de la tradición que te come el alma, de lo repetitivo; de lo diario rutinario. Odio
bondadoso con el cual los ingleses llegan con sus putas colombianas, con unas carteritas
brillantes y sus caras amables donde no guardan identificación para no ser reconocidas
por los guardianes con sus seis colas fluorescentes. Así termina la noche. Entre putas e ingleses
tomando el té.
Reflexiones en una noche imposible con un amanecer incierto y un sentir que ahí está, tal como es. Ahí esta y esa vez la vi y aún queda viva su imagen en el fondo, de algo, puede ser de mi, tal vez...
ResponderEliminarBueno, la verdad no se muy bien que responder.Ese amanecer fue especialmente lindo, hace ya algunos meses.
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