La tristeza de verano se me
acabó.
Se me acabó esos brasiseres en
los pechos peludos, los chistes sexuales y las desnudadas acompañadas con los baldes de agua.
No sé cómo pero se me fue. Ayer el último hilo
desaparecía mientras se me repetían las canciones
de Adele. Se me acabó el café, el te
frio, los cigarrillos, los panes dulces y el amor. Ya no sé ni en qué
momento. Se me fueron esas resacas en las cuales era mejor quedarse oyendo a Lana Del Rey con ese tono bien fabricado
para no llamar más dolor de cabeza. Se me fue la sonrisa que cargaba permanentemente como
una sombrilla; se me acabaron las ganas
de irme a Perú con el cielo a acuestas. -valla- acabamos
la amistad como ropa interior en un niño pobre.
Se me acabaron las dichas de los amigos de los amigos; las idas al centro y hacerme brillar como una
luciérnaga en plena selva amazónica. Neruda
tenía razón la escribir “Nosotros los de
entonces ya no somos los mismos”.
Si nos encontramos de nuevo creo que acabemos cantando
-so why you come over valerie?- Y quizás se echa para atrás las sonrisas y se
devuelva esa tristeza dulce como un durazno.
Es increíble como una sola
ruptura te cambia la vida.
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